El nivel de depravación e inmundicia al que ha llegado la
cultura argentina en los últimos años, puede que sea uno de los hechos más
calamitosos al que los hombres de bien deban asistir. Este proceso se ve no
sólo en el alejamiento cada vez más pronunciado de nuestras raíces culturales y
espirituales- valores que en su génesis como patria difundieron el tango y la
música tradicional, mal llamada folk-lore-, sino también en los postulados
anárquicos que promueven culturas subsidiarias del indianismo centroamericano, sórdidas y patógenas como la cumbia y sus diez plagas. La universidad, que nunca es ajena
a las malformaciones del espíritu, evangeliza estos ideales desviados, y bajo
el matiz demoníaco de lo relativo, de la inexistencia de lo bueno y de lo malo,
estudia las tendencias del engendro y anuncia a sus acólitos que éste es un
producto cultural más de la nutrida variedad artística argentina, ni mejor ni
peor que otro. A esta nueva forma de análisis de lo horrendo se la conoce como
“estudios culturales”. La sordidez de hoy día se sofistica y nos invade.
domingo, 6 de mayo de 2012
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