sábado, 1 de septiembre de 2012

Hacedores de desiertos

"La voz que clama en el desierto/es/el desierto" dice Alejandro Schmidt en uno de sus últimos poemas. La perfecta analogía entis que el texto establece tanto con el desierto del bautista, como con el páramo nietzscheano, me hace comprender, un poco con desazón, el doble vacío espiritual en el que está sumida nuestra actual realidad planetaria. Fueron la filosofía y la religión las encargadas de barrer con el Cristianismo, pero en su mero ideal destructivo no conformaron nada mejor, y el páramo que nos legó el pensamiento europeo es extremo y desalentador: "El desierto crece, ay de aquel que dentro de sí guardase desiertos" dice el enloquecido Zarathustra prusiano.
¿Adónde ir entonces? La pregunta ya había sido hecha por el humilde pescador. El camino, como lo vieron el pescador y Karl Barth, no está ni en una visión filosófica superadora, ni en la religión, ni en la Iglesia: Cristo sólo, despojado de todas las humanizaciones que le hemos atribuido, un Cristo que viene de la Revelación y nos lleva hacia ella, es lo único que puede salvarnos del desierto.