martes, 7 de diciembre de 2010

El hombre mediocre


Desde que el mundo está siendo gobernado por los estúpidos, hace ya muchísimo tiempo, los hombres de talento y espíritu recto son sistemáticamente recluidos en el anonimato más oscuro y vil. A muchos se los puede encontrar harapientos, en las calles laterales y los arrabales de la urbe.
Es por ello que acaso hallemos mayor nobleza en un verdulero trabajador que en un psicoanalística lacaniano, dado al más inútil divague. Se han profesionalizado los saberes, y con ellos, lamentablemente se ha sofisticado la estupidez.
Vivimos en una época de desequilibrios entre lo muy alto y lo demasiado bajo. Es fácil ver a un legislador con los atributos de la ignorancia y la corrupción, como también es fácil y triste ver a un pintor o un poeta, alejado de las modas comerciales, muriéndose de hambre.
A nuestra mediocre época, paradójicamente, le están faltando algunos grises.

martes, 9 de noviembre de 2010

Imago Dei, Imago Mundi



Alejados del símbolo, hoy sólo vemos en las cosas su apariencia externa. Schopenhauer llamó la atención sobre la importancia de la representación para la configuración que el sujeto hace de su mundo, "El mundo es mi representación", decía en el comienzo de su capital obra. Todo es representación, o algo peor, todo es imagen. Hasta de algo tan extranjero como Dios necesitamos hacernos una imagen donde guardar en una billetera, como amuleto contra malos augurios.
Payaso de sí mismo, el hombre le ha dado la espalda a aquello que no esté sobreexpuesto; que no tenga una foto, un video, o una pintura. No percibimos los arquetipos porque estamos alelados por lo accesible a los ojos, como el incrédulo Tomás.
Así, no es de extrañar que para algunos, la música sea tan sólo un asunto de discos o reproducciones masivas de la "gran tekné".
¿Seremos afortunados y quedará en nosotros la idea de la música, la idea de Dios, el día en que el mundo pierda sus formas superficiales?...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Contra la interpretación


La maldición que la filología moderna ha significado para los textos sagrados puede, durante un tiempo más, seguir ofuscando a los espíritus más sensibles, pero hay que ser pacientes y comprender que el diablo termina devorándose su propia cola.
Jamás podríamos imaginarnos a Lao zi leyendo afanoso un manual que le facilitara los ideogramas más originales para su libro de ocasión (no otra cosa que un libro donde dejar últimas palabras fue el Dao dejing para su autor), ni a Pablo perfeccionando su áspero griego koiné mediante el estudio del oscuro poema de Parménides. Detenerse a meditar que la doctrina joánica del Logos en realidad proviene del logos pagano de Filón (y que posteriormente serviría de soporte a la religión pagana de Plotino) es detenerse en detalles inútiles, sin sentido, cuando lo que pide un texto sagrado es meditarlo con el espíritu.
Este peligroso virus exegético-filológico comenzó con los primeros Padres griegos y se desarrolló hasta la exasperación en la época de la escolástica y la teología rimbombante de Santo Tomas de Aquino, más preocupado en catalogar el cosmos bíblico que en revelar los misterios de la Escritura.
Los textos sagrados admiten una sóla lectura válida: la meditación, el respeto y la sumisión devota. Por su parte, que Occidente sienta incomodidad ante la quietud y la meditación es cosa bien conocida por todo hombre culto.
Habría que reconsiderar la sola autoridad de la Escritura y controlar la tala indiscriminada de árboles; esos pobres corderos que satisfacen la promiscuidad expansiva de las editoriales y el complejo de inferioridad de la erudición académica.

martes, 3 de agosto de 2010

La execrable visión microscópica II


Oriente siempre ha mirado con rechazo el afán filológico de los occidentales y su pasión microscópica. De hecho, no es llamativo que el Cristianismo (única religión Occidental) en Oriente no haya desarrollado un corpus bibliográfico como el que sí ostentan católicos romanos y protestantes. La actitud de la Iglesia Ortodoxa es la hesychia, la serenidad ante los objetos del mundo y la obtención de la sencillez más austera. Lo mismo ocurre en filosofías orientales como el budismo y el taoísmo, que repudia el afán del estudioso o especialista por saber más. "Romped con el estudio" dice Lao Zi. "Derrotad vuestra mente, rechazad vuestro espíritu, y los diez mil seres regresarán a la Raíz, uno a uno" (Zhuang Zi 4).

Por desgracia, Occidente tiene grandes indólogos, arabistas y sinólogos que presumen conocer el mundo oriental como la palma de su mano, pero acaso ninguno de ellos se haya detenido nunca a meditar que "la pureza de corazón es querer una sola cosa" (Kierkegaard).

lunes, 19 de julio de 2010

La execrable visión microscópica



Una de las consecuencias más terribles del espíritu científico ateo de la modernidad es el anhelo de especialización. La radiografía, el microanálisis, la descomposición de los elementos del todo ha invadido todas las esferas de nuestra realidad. Este método de análisis poco o nada tiene que ver con lo que los antiguos entendían por sabiduría, más cercana a una actitud corporal de contemplación ante la realidad que a la visión mediatizada por las gafas del filólogo. La actitud estructuralista de analizar microscópicamente las minucias del lenguaje, luego del hombre y más tarde de todo lo demás, nos ha llevado a esta pérdida de la esencia que vemos cada vez más con mayor nitidez, porque detrás de los pequeños y secundarios procesos, nos olvidamos de la condición primaria. Hoy los problemas son cóncavos, o más bien superficiales, penar que también sobrelleva la filosofía occidental con sus metodologías de profesor universitario que a fuer de recibir el jornal completo, dedicará todas sus fuerzas por llegar lo más lejos posible al corte horizontal, que nunca llegará a ser transversal. No hay universidad que pague por saber qué ocurre en las napas.

martes, 15 de junio de 2010

El hombre sin atributos


Esclavo de los afanes, el hombre moderno va arrastrándose delante de sus deseos que, o son insaciables, o no pueden contenerse en el corto trecho de una vida. La voluntad que denunciara Schopenhauer es cada vez más voluminosa y evidente, a medida que aumentan los utensilios y las condiciones materiales para optimizar la existencia. La salida podría ser evadirse del mundo, pero ¿de qué manera?... De la cárcel del tiempo nadie puede salir. Se puede saltar hacia el instante (la Eternidad kierkegaardiana) o practicar el wu wei (la no-acción de los taoístas). Lo consolador, en todo caso, es que todavía existen maneras de ejercer la impugnación a este mundo plagado de vanidad. "Mientras no derrotemos al tiempo seguiremos siendo esclavos, Pero al tiempo se lo vence renunciando" Cioran

viernes, 7 de mayo de 2010

El desencanto del mundo


De estar vivo ¿qué pensaría Kierkegaard de los cristianos de nuestra época? Si en el siglo XIX el peligro era la incipiente secularización y la mediación (hegeliana), hoy el problema se ha ramificado y crecido hasta tomar dimensiones monstruosas: sacerdotes pedófilos, pastores homosexuales, predicadores exitistas y millonarios, por no hablar de una comunidad de cristianos cómodos en la feligresía, entregados a la pasividad y la abulia de calentar indistintamente los asientos de cualquier templo, y a todo esto... ¿dónde quedó la contemporaneidad con el nazareno que carga su pesada cruz?...
A cualquier cristiano cabal le provocaría un asco infinito observar la realidad de este cristianismo gangrenado en el pecado que vivimos en nuestros días. De hecho, hoy existen muchas más razones para quejarnos con el mismo horroroso pathos con el que otrora lo hiciera el mismo Kierkegaard. Y sin embargo el problema sigue siendo siempre el mismo ¿Quién puede arrojar la primera piedra?...

jueves, 29 de abril de 2010

Minima Fragmentarium II


Esencialmente, las cosas nunca cambian. Mircea Eliade, en sus múltiples investigaciones sobre las sociedades tradicionales más antiguas de la humanidad, supo descubrir que existía en estas comunidades una melancolía y tristeza extrema cuando ocurría el ocultamiento del dios. Esto se daba cíclicamente cuando un desastre natural o una violación de las leyes interrumpían el círculo sagrado en el que vivía la sociedad. Los hombres creían entonces que el dios se replegaba (deus otiosus), alejándose furioso de su creación y se retiraba del mundo de los mortales. Algo análogo ocurre en la modernidad: los existencialistas creen que Dios se ha alejado para siempre de este mundo, o que, en el peor de los casos, ese Dios, si alguna vez fue, ahora ya no existe. El resultado de dicho alejamiento deviene en el "hombre absurdo" o en "la nada" sartreana. La más trágica consecuencia de esto es que en un mundo sin Dios todo es posible, parafraseando a Dostoievsky. Los golpes más duros siempre duelen en el mismo costado.

miércoles, 21 de abril de 2010

Minima Fragmentarium


Se puede reconocer el origen de la decadencia del pensamiento occidental en la desviación que el siglo XVI hace del "acto y potencia" tomista. Paralelamente, y agravándose el asunto, la filosofía anglosajona de la época encontrará el gérmen de su materialismo empirista en el nominalismo de Guillermo de Ockham, devenido "Esse est percipi" (Berkeley). La navaja filosa fue lanzada; la materia ya no necesita de un espíritu, indemostrable por otra parte. Podemos entonces leer la historia del triunfal materialismo moderno como una disputa originada en el seno mismo de la escolástica. Los santos díscolos de la Baja Edad Media hoy se han convertido en propagandistas del partido laborista o en su "contrincante": el disfrute epicúreo del mercado de la bolsa. Esencialmente las cosas nunca cambian, tan sólo degeneran.