sábado, 19 de octubre de 2013

El hacinamiento de los mamíferos


"Si en lo sucesivo no se hallan las soluciones políticas, sociales y biológicas adecuadas, el estudio de las restantes cuestiones que tenemos planteadas será totalmente infructuoso. La humanidad perecerá como las poblaciones de ratas que sobrepasaron la capacidad límite de su hábitat." Jean Dorst, 1970


En materia de conservación de las especies y la naturaleza, es casi imposible, parafraseando a Konrad Lorenz, no mantener tesis conservadoras.
El sistema inmunológico y virósico de las ratas es similar al nuestro. Cuando pensamos en la capacidad de provocar desastres que poseen estos mamíferos, no debemos olvidar que nuestra conducta como humanos no dista demasiado de su animalidad. Al respecto, leo un libro sobre demografía de Paul Ehrlich, especialista en el tema. Cito: “Cuando las ratas se encuentran hacinadas en densidades superiores a las que suelen darse en la naturaleza, se transforman en homosexuales y en unos progenitores irresponsables, llegando incluso a devorar a sus crías. Esa situación de superpoblación se corrige por sí sola. ”

Cabría plantearse seriamente esta cuestión entre los seres humanos. Las explosiones demográficas a las que están asistiendo nuestras ciudades demuestran un elevado incremento de la promiscuidad, del delito, del abuso de drogas y de perversiones de cualquier tipo. La hacinación entre hombres, como en este caso sí ocurre entre las ratas, no nos vuelve caníbales- tabú antropofágico que todavía el hombre, no sabemos si por mucho más, no se permite quebrar- pero sí presenciamos cada día mayor indiferencia entre las clases bajas a la hora de concebir tres, cuatro o más de cinco hijos por familia, cuando sus ingresos apenas permiten la subsistencia de una familia tipo de tres integrantes. ¿No es ésta acaso una forma de canibalismo pasivo, arrojando a la miseria, la desnutrición y la más absoluta marginación a las criaturas que son criadas como manadas indistintas en una madriguera? Políticas de dudosa seriedad, como la del no control de la natalidad por parte del Vaticano, o en nuestro país la demagógica y efectista  “asignación universal por hijo”, verdadera sala de laboratorio del hacinamiento y la concepción irresponsable, nos obligan a replantearnos nuestra posición como señores de la creación. El hombre, que es el máximo depredador de la especie, está permitiendo que la naturaleza gima a gritos (Romanos 8:22) por una inminente destrucción planetaria. Si el hombre no actúa, la naturaleza- con sus cataclismos, tornados y tsunamis- cumplirá la función de equilibrar la desproporción demográfica y humana, así como las ratas progenitoras se comen a los sobrantes.