Camino junto a mi esposa y mi perro Anselmo por las calles
arboladas de Lomas de Zamora. El suburbio y sus elementos permanece intacto, a
medida que uno camina, como recogiendo la belleza dispersa en el paisaje. Es
allí, en la pura inmanencia, donde compruebo la inutilidad de la escritura, y
mucho más la de publicar: la hermosura permanece intacta, donde uno quiera
advertirla, sin más detenimiento que la contemplación y el agradecimiento.
Después, mucho después, viene la burocracia de las palabras, y la de intentar magnificar
algo que es inminente, irreductible a cualquier tipo de especulación humana.
Sigo caminando entre los árboles y el canto del zorzal anaranjado me guía
cuando mi mente saborea las palabras de Vicente Barbieri, poeta que en muchas
ocasiones especiales me ha acompañado como un hermano espiritual: "Que
admirable atención, la de las cosas, en su afán de donar belleza a los
instantes." No queda nada más por agregar, salvo continuar, bendecido por
la compañía y el milagro, el camino a casa.
domingo, 10 de marzo de 2013
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