martes, 15 de junio de 2010

El hombre sin atributos


Esclavo de los afanes, el hombre moderno va arrastrándose delante de sus deseos que, o son insaciables, o no pueden contenerse en el corto trecho de una vida. La voluntad que denunciara Schopenhauer es cada vez más voluminosa y evidente, a medida que aumentan los utensilios y las condiciones materiales para optimizar la existencia. La salida podría ser evadirse del mundo, pero ¿de qué manera?... De la cárcel del tiempo nadie puede salir. Se puede saltar hacia el instante (la Eternidad kierkegaardiana) o practicar el wu wei (la no-acción de los taoístas). Lo consolador, en todo caso, es que todavía existen maneras de ejercer la impugnación a este mundo plagado de vanidad. "Mientras no derrotemos al tiempo seguiremos siendo esclavos, Pero al tiempo se lo vence renunciando" Cioran

3 comentarios:

  1. Mientras no venzamos al tiempo, vamos a seguir siendo esclavos de principios impersonales. Tendremos sofocada nuestra integridad humana, Aquella humanidad perfecta En el verbo, de la que hablaba Berdiaev, en una lógica de acción inercial e inorgánica.
    En todo caso el camino pasa por la ruptura y la lucha. Ante la que debemos oponer otro principio activo, este si, de origen divino.

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  2. Olvidar el pasado y el futuro. Estar en el presente, después de todo, todo lo que ocurre, lo hace en el presente. Para eso nos hace falta la contemplación y el extrañamiento. En este siglo que vivimos, justamente esas dos palabras son extrañas. Lo propio de nuestro tiempo es la acción, el arrojarse desenfrenadamente al devenir y, de esta manera, escapar perpetuamente del presente. Y escapando de el, es imposible vencer al tiempo. En el presente constante el tiempo no existe.

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  3. Leo lo antes comentado y me doy cuenta de que falta algo primordial; de que solo en el presente es posible un ecuentro con la trascendencia. Solo en el presente tal vez uno pueda llegar a escuchar la Voz. Gracias por tus palabras.

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