Desde que el mundo está siendo gobernado por los estúpidos, hace ya muchísimo tiempo, los hombres de talento y espíritu recto son sistemáticamente recluidos en el anonimato más oscuro y vil. A muchos se los puede encontrar harapientos, en las calles laterales y los arrabales de la urbe.
Es por ello que acaso hallemos mayor nobleza en un verdulero trabajador que en un psicoanalística lacaniano, dado al más inútil divague. Se han profesionalizado los saberes, y con ellos, lamentablemente se ha sofisticado la estupidez.
Vivimos en una época de desequilibrios entre lo muy alto y lo demasiado bajo. Es fácil ver a un legislador con los atributos de la ignorancia y la corrupción, como también es fácil y triste ver a un pintor o un poeta, alejado de las modas comerciales, muriéndose de hambre.
A nuestra mediocre época, paradójicamente, le están faltando algunos grises.
Sería bueno, la gente, se aplique seriamente a establecer antes que nada, un diagnóstico certero de cuales son las causas profundas de la constitución de una decadencia cultural tan evidente. Pero acá, como en lo demás, el estudioso, una vez fagocitado por el sistema se vuelve su cómplice. A lo sumo, podemos esperar, pretende imponer una pseudovanguardia mendaz.Y si bien es cierto que esto siempre se dio, es mucho más cierto que todo esto hoy se sufre de un modo mucho más acusado, mucho más atroz e inhumano.
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