Anoché leí una nota que salió en Clarín sobre el reciente
libro que Osvaldo Baigorria dedicó a la obra de Néstor Sanchez. No soy un
apasionado de las biografías, ni me gusta leer la obra de los escritores a la
luz de los acontecimientos de su existencia, pero en este caso, entendí muchas
cosas que, cuando leí la obra de Sánchez- en mi caso particular, la curiosa
novela Cómico de la lengua- me llamaron la atención, y no me refiero tan sólo a
la deliberada incoherencia discursiva de esta novela de Sánchez, a su gusto por
lo absurdo y a su algo impostado vanguardismo. En la nota de Clarín el autor
aclara: "Hay un nombre que se repite, y es el de Gurdjieff, un místico
ruso del siglo XIX que propugnaba la desautomatización y la ruptura de los
hábitos como forma de recordarse a sí mismo, ser auténtico, entero, y
mantenerse alerta. Existen métodos (Trabajos) para profundizar esa
desautomatización, que Sánchez seguía estrictamente, como escribir y hacer
todos los gestos cotidianos con la mano izquierda, o caminar durante horas con
una piedra en un zapato, para sentir la iluminación del dolor, y luego la
iluminación del fin del dolor. La experiencia no miente. No hay que mistificar
lo que se experiencia." Más allá del enorme error conceptual de calificar
a Gurdjieff como un místico- término exclusivamente aplicado a una rama de la
ascética y de la literatura cristiana-, justamente a Gurdjieff, que se burlaba
del cristianismo y de los ejercicios de piedad que se practican en los
monasterios, el hecho de que Sánchez siguiera "religiosamente" la
obra de Gurdjieff y terminara sus días viviendo en la calle, deambulando como
un linyera demente o durmiendo en una playa de estacionamiento, confirma una
vez más aquello que René Guénon decía cuando le consultaban por el sectario de
origen armenio: "Hay que escapar de Gurdjieff como de la peste". El
mismo Gurdjieff, según el esclarecedor libro de Whitall Perry, antes de morir,
les susurró a sus discípulos: "En qué líos los dejo!" ¿Acaso buscar
falsas tradiciones y maestros invertidos será una de las consecuencias de la
pobre y actual cultura argentina?
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durante años ejercí la conciencia de si, a intervalos, cada tanto, caía o me elevaba en el recuerdo de si, llegar despues a la conclusion que no existe eso, ni el alerta sin censura de Krishnamurti, ni tantos deber ser, de lacan, o freud o el chamame o coelho, solo queda el rudimentario arte de vivir.
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